Mis casas en Madrid fueron once.
La primera fue el hostal Fuente Mar, cuyo dueño Amador nos cobraba 10 euros por día a cada uno, que pagábamos tocando en el Metro. Aún sigue en la calle Magdalena
La segunda fue en la calle Sánchez Barcáiztegui 32 ó 34, en el último piso, y saltaba los molinetes de la boca no custodiada de la estación Pacifico para ir a trabajar. Fideos con manteca con sabor a gloria, café instantáneo negro y galletas María del supermercado Día. Luego fue mi primera casa con Cecilia cuando llegó desde Buenos Aires.
La tercera fue en Príncipe Pío, a una cuadra del Manzanares, con Ceci y otra pareja, en el Paseo del Comandante Fortea. Mates frente al río. Invierno. Vino Leo desde Barcelona al cumple que festejé en esa casa.
La cuarta fue en Moratalaz, frente al Metro de Vinateros, en la casa de mi jefe en el cyber donde trabajaba por ese entonces, que se ofreció a alquilarnos una habitación al enterarse que nos quedábamos sin casa. No me pagaba mucho, así que sabía lo que podía cobrarme y me pidió un poco menos que eso.
La quinta en
La sexta en la calle Galileo 11, donde conviví con Cecilia en la que fue nuestra única casa en solitario y la última en general. Monoambiente interior de
La séptima en Santa Brígida 8, donde viví con Juankar y el Sepia, y ocasionalmente contábamos con la grata okupación del Solana. Buenos amigos, todos de Almansa. Llegué por un anuncio en un estanco. Al segundo día una ninfómana se nos metió en casa. Empecé a estudiar teatro. Casi incendio el piso. Teníamos chimenea. Las últimas dos oraciones no tienen relación.
La octava en Mar de cristal, donde me mudé con Vanessa luego de que abandonáramos Santa Brígida. Lindo barrio, cerca del Aeropuerto de Barajas, lejos de todo lo demás. Empecé a usar una zapatilla negra y una celeste. Me gustaba desayunar en el bar de enfrente. Morriña del centro de Madrid.
La novena en Calle del Desengaño, 6. Nombre elocuente. Última casa con Vanessa. Ahí vi por Internet el Monumentalazo de San Lorenzo, solo y gritando como un enfermo a las 4 de la mañana de Madrid. Vanessa adopta una gatita y le pone Frida. Desayuno escuchando las peleas de los travestis y los camellos de cocaína bajo mi balcón. Yonkis. Prostitución. Sirenas de Policía.
La décima en Ave María 39, cuarto piso por escalera, casi una comunidad hippie. A
La undécima y última fue en C/San Vicente Ferrer 17, 2º derecha, con Nadia e Iván, en el edificio que alberga en su planta baja a dos grandes bares como son el Mercurio y el Mader Faker, el primero uno de los pocos bares donde aún pinchan rocanrol en vinilos, el segundo un microbar con el mejor funk que se puede escuchar en Malasaña. Pivotes de Colores en la calle. Palabras en las paredes. Lisboa, Londres y Marruecos. Divorcios. Reencuentros. Despedidas.
Barajas.
Rodrigo Soler,
ResponderEliminarSolo he escuchado un par de canciones tuyas, mas o menos.
Pero cuando te pones a escribir, ERES MUY BUENO.
Nos paseas por cada una de las casas histéricas donde viviste por los madriles!
Mira que has tenido tantas casas como yo diferentes trabajos en el mismo periodo, y no son tan entretenidos.
Felicidades!
Chuku, querido, Muchas Gracias. Me alegra que te gustara y un placer compartir pedazos de mi historia con gente como vos. Aunque seguro tendrás anécdotas surrealistas de tus trabajos que algún día tendrás que contarme!
EliminarAbrazo!
R.-
Pero que bien escribes Ro!! Me dejaste impresionada. Me encanto leer tus casa y tus sentimientos por cada paso. Precioso. Te quiero Hermano!!
ResponderEliminarUna de las mejores cosas que me pasaron es que vos estuvieras en alguna de ellas. Te quiero, rubia, cuidate y te espero!
EliminarR.-
Cómo me gusta leerte!
ResponderEliminarY a mí que me leas, y leerte a vos!
EliminarBesazo.-
yo recuerdo tu mirada en el Honky Tonk en la calle Covarrubias, y tu risa en El Colonial, aaa tan cerquita de mi casa de Madrid. "Las últimas dos oraciones no tienen relación" jeje....pero a mí no se me olvidó. < Adri >
ResponderEliminarExpresaste tan bien tus recuerdos de cada casa que sentí que hubiera compartido algo de ellos. Un placer leerte.
ResponderEliminar¡Bello! ¡Bello!
ResponderEliminarQue hermoso registro mobiliario.
Abrazos!
Que buen periplo el tuyo.
ResponderEliminarCreo que también conocí a la ninfómana, ¿recordás cómo se llamaba?
Claro, Paco, pero mejor resguardemos el nombre de tan amigable señorita.... Abrazo.-
EliminarEn esa zona era conocida Melodi, eh? :)
EliminarJajajaja... Casi, Juan! Abrazo.-
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