viernes, 18 de noviembre de 2022

Canciones desde el Búnker: Miedo.

David tenía una sala de conciertos en Quito. Se llamaba La Estación y es uno de los lugares más lindos en los que toqué. Tenía murales, un montón de libros abiertos pegados en las paredes y en un rincón, dibujado sobre varios de ellos, un retrato de Hemingway que me encantaba.

El fondo del escenario era una enorme estantería llena de radios y televisiones viejas, tambores, botellas, veladores, retratos, pinturas, fotos, y muchos frascos con líquidos y cosas indescifrables en su interior. Todo ese quilombo y una iluminación linda te hacían sentir en casa.

Ahí coincidimos con L., con quien compartimos escenarios, canciones, cervezas, y algunas noches y desayunos. Un idilio amoroso que duró hasta el fin del viaje y nos hizo sentir un poco menos solos estando lejos de casa.

Yo me había separado de M. la noche anterior a viajar a Ecuador, luego de unos meses intensos e impulsivos. Venía de una época de cierto miedo y con M. había bajado la guardia pero tuve que irme de ahí porque ciertos amores o te hacen sentir increíble o te destrozan.

Cuando era chiquito mi mamá nos llevó a mí y a mi hermana a la Feria del Libro y nos regaló ¡Socorro!, un libro de terror para niñxs escrito por Elsa Bornemann, que estaba ahí y nos lo firmó con un “Para Rodrigo y Romina, para que lo lean al sol” porque decía que las historias de terror debían leerse de día así daban menos miedo y podían disfrutarse más.

Uno de los cuentos era de unas nenas que se daban la mano en la oscuridad para no tener miedo una noche de tormenta y cuando amanecía se daban cuenta que las camas estaban lejos y que no había manera de que llegaran a tocarse entre ellas. Pero terminaba con “acaso a veces los fantasmas también tengan miedo y nos necesiten...” y me di cuenta que era un libro escrito para perderle el miedo al miedo. Gracias, Elsa.

La pandemia —la mayor época de miedo que vivimos como sociedad— consiguió cerrar momentáneamente La Estación. Nos quedamos sin lugar de reunión, sin todo el arte que pasaba por ahí y sin el retrato de Hemingway. Ojalá algún día vuelvan todos ellos. 



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